La Exigencia de las Condiciones
Maestro en Educación. Académico de tiempo completo en el Instituto UNAO, especialista en procesos de formación docente, metodologías para la planeación didáctica, diseño e innovación curricular. Aficionado en escribir temas que permitan reflexionar acerca de la complejidad del ser humano y la vida en general.
Soy del bello estado de Oaxaca y me encanta ir a la sierra norte, en general disfruto de la naturaleza, pero cuando se trata de apreciar árboles, su majestuosidad me deja absorto. Cierto día, en uno de mis viajes, una persona me platicaba que los árboles de ese lugar tenían más de 100 años y una altura aproximada de 20 metros, no sé qué vio en mi la persona, que en un momento de silencio se ofreció a regalarme un árbol como los que estábamos observando, por obvias razones, accedí con mucha alegría.
Cuando llegué a casa sembré el árbol, tenía una tonalidad tan preciosa que asumí el compromiso de cuidarlo, investigué la forma correcta de sembrarlo, de regarlo, de nutrirlo. Todos los días lo cuidaba, lo observaba, me percaté que al cabo de no mucho tiempo, comenzó a marchitarse y por más que lo cuidaba con diligencia, el árbol murió.
Estuve triste y pensativo algunos días, meditaba en qué había omitido con relación a los cuidados y poco a poco fui comprendiendo que, aunque la naturaleza del árbol era crecer alto y robusto, las condiciones de la tierra no lo habían favorecido, desde que logré comprender este fenómeno, he meditado mucho en que al ser humano le sucede algo parecido, pues su naturaleza es crecer, pero si las condiciones no le favorecen, entonces, simple y tristemente, no crecerá.
Si bien es cierto, la persona, en las primeras etapas de vida está imposibilitado en decidir muchas cosas que serán de gran importancia, entonces, de forma involuntaria asume el cuidado (en el mejor de los casos) de su familia, quien de forma simple otorga los nutrientes para el crecimiento natural, para el descubrimiento de las potencias innatas. En este caso, la familia simboliza la tierra en donde crecen o no sus miembros, permite el desarrollo o fomenta el estancamiento, pero no es posible realizar este análisis única y exclusivamente en la estructura familiar, pues es necesario hacer conciencia que esta estructura está inmersa en un sistema mucho más amplio y complejo, llamado “sociedad”, que a su vez está diseñada y es dirigida intencionalmente por políticas públicas que favorecen el crecimiento de los integrantes de la estructura social y que a su vez se apoya de un modelo económico y un sistema ideológico.
Lo anterior, nos permite situar nuestra reflexión en las condiciones contemporáneas en donde están cimentadas las sociedades y al mismo tiempo si estas condiciones permiten o no el crecimiento de sus ciudadanos. La reflexión puede ir de lo simple a lo más complejo y elaborado, pero basta con observar que tan sanos física y emocionalmente nos encontramos las personas, o por qué se asume y naturalizamos el estrés y la ansiedad como las enfermedades del siglo, o también el devastador análisis político en donde se afirma que estamos viviendo no una crisis convencional, sino más bien, una crisis de estructura y además globalizada.
Los diversos escenarios sociales y sus posibles pronósticos a corto y mediano plazo son más bien pesimistas y, aun así, la llama de la esperanza sigue vigente y no sólo eso, parece que comienza a arder con tal energía que los esfuerzos por el bien común que en un momento parecían aislados, hoy más que nunca, se están uniendo en una conciencia colectiva. Como educador tengo que expresarlo, nuestra esperanza en la humanidad, no sólo ha retomado una fuerza inimaginable en el Educar, sino que además está descubriendo y creando posibilidades que permitan al ser humano descubrirse y auto-realizarse. Nos estamos desvinculando de paradigmas, que si bien es cierto en algún momento histórico fueron de gran ayuda, hoy están obsoletos, la humanidad se está uniendo por un sentir de libertad, por una necesidad de sanar (en el tiempo presente) la tierra a la que pertenecemos, la tierra de nuestros abuelos, de nuestros padres, la tierra que no tiene dueño y que gracias a Dios aún sigue viva.
Estoy seguro que el rumbo de la liberación de la conciencia es el correcto, pues conlleva la sanidad y la preservación de la tierra y como efecto inminente, el crecimiento natural de sus habitantes.
Oaxaca – abril 2022