Árbol que nace torcido...
Jaime Padilla
Maestro en Educación. Académico de tiempo completo en el Instituto UNAO, especialista en procesos de formación docente, metodologías para la planeación didáctica, diseño e innovación curricular. Aficionado en escribir temas que permitan reflexionar acerca de la complejidad del ser humano y la vida en general.
La historia de mi abuela es similar a miles de historias de su época, ella pertenece a la generación que se la tuvo que fletar (tal cual dicen ellos), comenzó a trabajar casi al finalizar su segunda infancia (los 6 años) y dejó de hacerlo casi a los 70 años. El inicio de su vida laboral fue meramente por subsistencia, porque las cosas estaban difíciles y había que comer. Creció en un escenario poco favorecedor, se casó a los 15 o 16 años y crío 5 hijos, toda su vida vivió al lado de su esposo, un militar. El duro estilo de vida no impidió a mi abuela el ser buena persona, compasiva e íntegra, sin embargo, durante su travesía por cada etapa de vida, no hubo ocasión para la reflexión, para meditar en las cosas esenciales e importantes de la vida, mucho menos, para echar un vistazo a su interior.
Hoy en día, mi abuela lleva consigo algunos malestares del alma, resultado del estilo de vida que llevó y que tienen efecto en algunas dolencias tanto físicas como emocionales. He tenido muchas pláticas con ella, acerca de la importancia de liberarse de ciertas emociones, pero en muchas ocasiones, me atrevo a decir la mayor parte del tiempo, termina diciéndome: hijo, “árbol que nace torcido, jamás su rama endereza”.
Seré honesto, a veces, como más jóvenes, tratamos de cambiar las ideas y las estructuras de nuestros viejos, creyendo tener la razón en que sus pensamientos ya no pertenecen a la época, pero, cierto día, presté atención a un pasaje en el nuevo testamento que dice “ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, se reventarán los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así ambos se conservan”, me quedé reflexionando por un momento y relacioné el pasaje con las charlas que he tenido con mi abuela, en donde ella acentúa que “árbol que nace torcido, jamás su rama endereza”, así que he ido nutriendo en mí una mirada más compasiva, más paciente.
Tuve una maravillosa sorpresa, resulta que la semana pasada, mi abuela fue al médico, quién además le dio una terapia alternativa. El domingo que comí con ella, al terminar, me abordó con una carpeta amarilla, la cual abrió y me percaté que contenía dos hojas, llegue a pensar que era su receta y que algo andaba mal, sin embargo, me dijo: “te quiero preguntar algo” y comenzó a hacerme preguntas acerca de los puntos que contenía una de las hojas. El médico, en una de las hojas expresaba algunas recomendaciones acordes a la dimensión emocional, de tal forma que mi abuela, planteaba la posibilidad de lograr tales cambios. Realmente la notaba interesada y parece ser, que la idea arraigada de que “árbol que nace torcido, jamás su rama endereza” por fin, a sus 78 años de edad, comenzaba perder fuerza.
Las personas somos singulares, tenemos procesos individuales, diversas formas de interpretar y reaccionar ante las diversas realidades, en fin, se trata de la complejidad del ser humano y aunado a eso, las condiciones de desarrollo.
Las ideas que se transmiten en la cultura tienen una función, sin embargo, estamos viviendo tiempos de cambio, en donde los constructos que sirvieron en algún momento, hoy están perdiendo fuerza y algunos otros han quedado obsoletos. También es importante mencionar que hay esfuerzos importantes en favor de la humanización de las personas, de las sociedades, tales esfuerzos provienen de diversas fuentes, pero algo hay seguro, asumen la misma o una intencionalidad similar.
El ejemplo de mi abuela, lo viven miles de personas, algunas logran resignificar su existencia, reencontrarse e inclusive reconciliarse consigo mismas. El diálogo que establecemos entre personas, favorecerá si se fundamenta en la otredad y todo principio que visibilice a quien tenemos de frente.
Mientras sigamos en esta vida, tenemos posibilidades de ingresar a nuestra conciencia y construirnos, de-construirnos y todo lo que implique conectarnos con nuestra esencia, con lo más profundo de nuestro ser, el diálogo fue, es y seguirá siendo un recurso poderoso para lograr tal fin.
Me permitiré entrometerme en algo, si fuiste de los afortunados que tuvieron cuidados por personas que inclusive antepusieron las necesidades de la crianza a las propias y tales personas aún viven, hay una doble fortuna, porqué tenemos la oportunidad de honrarlos a través de acompañarles, brindarles atención, cuidados y manifestar nuestro cariño.
Oaxaca – abril 2022